Una Experiencia Gastronómica de Piratas en Descortés

Bogotá alberga rincones sorprendentes, y uno de ellos se encuentra en la Autopista Norte con Calle 114, en el centro gastronómico del   grupo Serrata. Allí, Descortés emerge como un refugio para quienes buscan una experiencia culinaria diferente, fusionando lujo, alta cocina y una atmósfera impregnada de aventura. Este gastrobar de comida de mar con alma de pirata ha sabido cómo capturar la imaginación y el paladar de sus visitantes, y mi visita fue una grata aventura.

Al llegar a Descortés, lo primero que impresiona es su estética. El lugar te transporta a la cubierta de un barco pirata, donde el diseño convierte cada rincón en una extensión de esta fantasía marina. Desde los colores hasta los detalles en los muebles y la presentación de los platos está pensado para hacerte sentir que estás a bordo de un galeón de lujo, listo para zarpar hacia nuevas y exóticas tierras.

Sin embargo, lo que realmente destaca desde el inicio es la atención al detalle en cada aspecto de la experiencia. Al ingresar, te recibe un ambiente que mezcla elegancia y aventura, una combinación inusual que no pasa desapercibida. Las calaveras, los cofres del tesoro y los mapas de navegación que decoran las paredes crean un entorno envolvente que te prepara para lo que está por venir: una travesía gastronómica sin igual.

Los cócteles fueron nuestra primera parada. En Descortés, las bebidas no solo son una delicia para el paladar, sino también para la vista. Servidos en vasos con forma de calavera y decorados con detalles que evocan la iconografía pirata, cada cóctel es un pequeño espectáculo. El sabor es audaz, tan explosivo como su presentación, con mezclas que van desde lo afrutado hasta lo picante, siempre equilibrado con una destreza impecable. El personal, que parece disfrutar tanto de la temática como los comensales, se asegura de que cada sorbo sea una experiencia que te transporte aún más a esa atmósfera de travesía por los yeguas.

Pasando a la comida, Descortés se distingue por su enfoque en los productos del mar. La carta está diseñada para explorar diferentes texturas y sabores que remiten a la frescura del océano, y desde las primeras entradas, esto queda claro. Nuestra aventura comenzó con unos tacos de camarón, cuya presentación no dejaba de lado el concepto pirata, pero sin sacrificar la delicadeza de los sabores. El camarón estaba perfectamente cocinado, con un toque de especias que resaltaba la frescura del ingrediente sin opacarlo.

A continuación, probamos una entrada que nos dejó sin palabras: pescado blanco y pulpo en salsa picante. Aquí, la maestría del chef se hizo evidente. El pulpo estaba cocido a la perfección, tierno pero con la firmeza suficiente para deleitar el paladar. La salsa picante, lejos de ser abrumadora, añadía una profundidad de sabor que realzaba cada bocado. Este plato fue, sin duda, uno de los momentos culminantes de la noche.

El plato fuerte llegó con un toque de sofisticación inesperado: salmón sobre un puré de garbanzo. La combinación fue sorprendente y reveladora. El puré, suave y cremoso, accionaba como el lienzo perfecto para el salmón, cuyo sabor estaba cuidadosamente realzado con hierbas frescas. Era un plato que hablaba de sutileza y equilibrio, llevando a un nuevo nivel la propuesta del restaurante.

Pero como en toda buena travesía, el final debía ser inolvidable. Y así fue. El postre, un lingote de oro de chocolate, no solo era un guiño a los tesoros piratas, sino que también fue toda una experiencia en sí mismo. El lingote llegó a la mesa  y el personal lo calentó con una pequeña llama, haciendo que el chocolate se derritiera con una presentación impresionante. El contraste entre lo crujiente del exterior y la suavidad del interior lo convirtió en un cierre espectacular para una cena  llena de descubrimientos.

Al salir de Descortés, una sensación de satisfacción profunda me invadía...

Pablo Trujillo Travel - Documentalista

Periodista de viajes y Documentalista

Subir